Conquistar el cuerpo
El objeto de su apetencia es complejo, indicativo, directo y oblicuo. Constituye al menos un motivo para actuar como lo hacen; en este caso, la penumbra ocasiona emociones superiores; con su doble aspecto de sombra y luz ejerce su poder de seducción, intensificado al máximo puesto que determina un esfuerzo, atañendo a lo que se convierte en metáfora expansiva del acto copulativo. El arte orgánico, espesado, trata de conseguir, propiciar, o atraer, un deseo viviente.
Dicho acto, al incorporar carne y músculo, cuya ondulación, entonces, es rítmica, les concede un impulso salvaje, mediante la destreza confiada al deseo del hombre hacia la mujer, en tanto que lo sume todo en el movimiento, con el fin de colmar lo que encierra la naturaleza profunda del cuerpo femenino: la espalda arqueada, las rodillas en una flexión que, al soportar todo el peso del cuerpo, exige elasticidad a los cóndilos femorales y la parte del musculo sartorio se fricciona. Es ella que, dispuesta a la entrada y salida del placer, la que dirige. Atraganta su sexo ya hipostasiado.
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